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Entendemos por ruido mental a cualquier factor, ya sean pensamientos, sensaciones, percepciones, preocupaciones, obsesiones o cualquier otro que invaden la mente sin orden alguno y nos afectan psíquica y hasta físicamente. Los pensamientos suelen ser repetitivos y negativos y generan estados de ánimo nocivos para la salud, como insomnios, ansiedad y estrés.
Dichos factores pueden provenir de cualquier fuente, ya sean relaciones emocionales o laborales, problemas económicos, etc.
Quiénes lo padecen
En realidad cualquier persona puede padecerlo, al menos en algún momento de la vida. Pero hay mentes más proclives a él, por lo mismo que hay personas más resilientes, más “sólidas”, capaces de soportar mejor el ruido mental. Entre las primeras encontramos a:
Los perfeccionistas, cuyo afán de hacer las cosas bien puede llevarles a una insatisfacción constante
Las personas que padecen ansiedad, lo que aumenta el ruido mental en un círculo vicioso
Los que padecen de estrés crónico. De nuevo, el estrés genera ruido mental, lo que hace aumentar aquél
Personas muy emocionales, que cuestionan constantemente las cosas, dándoles vueltas y más vueltas
Igualmente, el exceso de información que padecemos puede generar un caos de pensamientos que se convierten en ruido mental.
Cabe pues definir el ruido mental como ese batiburrillo de pensamientos que juzga, evalúa y compara, creando expectativas irreales sobre cómo quisiéramos que fuera nuestra vida, y generando como consecuencia la frustración correspondiente por no conseguirlo.
Cómo eliminar el estrés
Ruido mental y estrés están íntimamente ligados, pues el uno conduce al otro. Hay diversas técnicas para combatir el estrés; ninguna es milagrosa y no vas a poder quitártelo de encima de la noche a la mañana.
Las técnicas descritas a continuación requieren práctica y deben repetirse con regularidad, y lograrás fortalecer la mente y notarás que las cosas empiezan a mejorar.
Haz ejercicio
Al hacer ejercicio vigoroso se liberan hormonas del bienestar, que te proporcionarán calma y poco a poco irás mejorando tu resiliencia, a la vez que tu autoestima.
Respira bien
Aprende a respirar con el estómago o, mejor, hacia el estómago. Te llevará algún tiempo, pero respirar así, de una manera profunda, cerrando los ojos puedes reducir rápidamente las desagradables sensaciones del estrés. En la bibliografía verás que te proponemos un vídeo.
Duerme bien
Es fundamental que duermas bien, que tengas un sueño de calidad. Evita el café a partir de las cuatro de la tarde. Suprime el alcohol (o minimiza su consumo). Que tu cuarto esté fresco y ventilado, además de completamente oscuro. Y suprime las pantallas (tableta, móvil, televisión) al menos una hora antes de acostarte.
Evita el alcohol
Y otras sustancias; aunque parezca que te ayudan a dormir, lo cierto es lo contrario. A corto plazo te pueden adormilar, pero en cuanto pasa sus efectos te encontrarás pero de lo que estas.
Haz meditación: Mindfulness
La idea de mindfulness es que te centres en lo que estás haciendo. Si estás comiendo, piensa en lo que contiene el tenedor que te llevas a la boca, es los nutrientes que lleva y en los efectos beneficiosos para tu organismo. Lograrás reducir drásticamente el ruido mental.
Busca ayuda
Compartir tus preocupaciones con tus familiares cercanos, con tus amigos o con un terapeuta te supondrá liberar tu mente de muchos problemas, lo que hará que te sientas mejor.
Lleva un diario
Todos tenemos en mayor o menor medida una tendencia a recordar lo malo. Pero si pones lo bueno de cada día (y te sorprenderá cuántas cosas hay buenas) en un diario irás viendo que vas hacia adelante, lo que te ayudará.
Otras cosas que te pueden ayudar
Es imposible evitar todas las situaciones que te generan ruido mental –estrés– en tu vida diaria. Pero sí puedes introducir paulatinamente pequeños cambios en tu vida que te alejen siquiera temporalmente de las situaciones estresantes.
Pasa tiempo fuera de casa; pasea al aire fresco
Procura rodearte de gente que te haga reír; sigue series o programas de TV divertidos
Oye música
Búscate alguna ocupación para tus ratos libres: cocina, pinta, toca un instrumento
El metabolismo lipídico es necesario para el funcionamiento del organismo, ya que los lípidos tienen roles esenciales. Por ejemplo, son parte de las membranas celulares, así como una reserva energética. Por eso, cuando se producen alteraciones en él, se pueden desencadenar problemas graves, como las hiperlipemias, que afectan directamente la salud cardiovascular. En este artículo veremos cómo se metabolizan los lípidos, las fases del proceso, qué son las hiperlipemias y cómo se clasifican.
Generalidades sobre el metabolismo de los lípidos
El metabolismo lipídico abarca un conjunto de procesos bioquímicos mediante los cuales el cuerpo digiere, absorbe, transporta y utiliza las grasas provenientes de la dieta. Los lípidos se dividen en varios tipos: los más relevantes son los triglicéridos, los fosfolípidos y el colesterol. Cada uno de ellos tiene unas funciones específicas. Por ejemplo, mientras que los triglicéridos se almacenan como fuente de energía, el colesterol es esencial para producir hormonas y para la formación de vitamina D.
Cuando el metabolismo lipídico funciona correctamente, el organismo tiene la capacidad de equilibrar la obtención y el uso de estos compuestos. Sin embargo, un metabolismo lipídico alto o alterado, y que se caracteriza por niveles muy altos de lípidos en la sangre, puede ser indicativo de hiperlipemias. Es decir, de un conjunto de trastornos que incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Fases del metabolismo lipídico: digestión, absorción y transporte
Las fases del metabolismo lipídico son las siguientes:
Digestión de lípidos en el sistema digestivo
La digestión de los lípidos comienza en el estómago, aunque es en el intestino delgado donde ocurre la mayor parte del proceso, gracias a la acción de las sales biliares y las lipasas pancreáticas. Estas enzimas descomponen los triglicéridos en ácidos grasos y monoglicéridos, que son más fáciles de absorber por las células intestinales. Una vez que han sido absorbidos, los lípidos se reempaquetan en quilomicrones. Estas son unas partículas lipoproteicas que permiten su transporte en la circulación linfática y sanguínea.
Transporte de lípidos en la sangre
Los lípidos no son solubles en agua. Por tanto, necesitan de las lipoproteínas para circular por el torrente sanguíneo. Estas lipoproteínas incluyen a los quilomicrones, VLDL (lipoproteínas de muy baja densidad), LDL (lipoproteínas de baja densidad) y HDL (lipoproteínas de alta densidad).
Cuando se produce un desequilibrio en este transporte, hay un riesgo alto de que haya alteraciones del metabolismo lipídico. Por ejemplo, la acumulación de LDL, que es el colesterol malo, y la reducción de HDL o colesterol bueno. Ambos factores clave en las hiperlipemias.
¿Qué son las hiperlipemias?
Las hiperlipemias son un grupo de trastornos metabólicos que se caracterizan por tener niveles anormalmente altos de lípidos en la sangre. Estas condiciones suelen clasificarse en primarias y secundarias, según su origen, y representan un factor de riesgo importante de cara a enfermedades como la aterosclerosis, el infarto de miocardio y el accidente cerebrovascular.
Causas y factores de riesgo de hiperlipemias
Las causas de las hiperlipemias pueden ser genéticas, como ocurre en las formas primarias, o relacionadas con factores adquiridos, como la dieta, el sedentarismo, la obesidad, la diabetes y el consumo excesivo de alcohol. Otros factores, como el uso de ciertos medicamentos o enfermedades hepáticas y renales, también pueden contribuir a estas alteraciones del metabolismo lipídico.
Clasificación de las hiperlipemias
Las hiperlipemias se pueden clasificar en diferentes grupos:
Hiperlipemia primaria
La hiperlipemia primaria tiene una base genética. Por tanto, se hereda de uno o ambos progenitores. Un ejemplo común es la hipercolesterolemia familiar, en la que el organismo no puede eliminar eficientemente el colesterol LDL. Entonces, se va acumulando en la sangre y en las paredes arteriales.
Hiperlipemia secundaria
Las hiperlipemias secundarias se deben a factores externos o adquiridos. Aquí entrarían los malos hábitos alimenticios, la falta de ejercicio físico o las enfermedades subyacentes. En otras palabras, suelen estar asociadas con estilos de vida poco saludables y se pueden controlar con cierta facilidad a través de cambios en la dieta y el uso de medicamentos hipolipemiantes.
Impacto de las hiperlipemias en la salud cardiovascular
Las hiperlipemias, dentro de las alteraciones del metabolismo lipídico son, como hemos visto, un factor determinante en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. La acumulación de lípidos en las arterias, conocida como aterosclerosis, puede provocar la obstrucción parcial o total del flujo sanguíneo. Cuando esto sucede, se incrementa el riesgo de sufrir ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Además, las hiperlipemias pueden contribuir al desarrollo de hipertensión y enfermedades inflamatorias crónicas.
El impacto de un metabolismo lipídico alto no se limita al sistema cardiovascular; también puede afectar otros órganos como el hígado y el páncreas, y desencadenar otros problemas como hígado graso o pancreatitis.
Importancia de controlar los niveles lipídicos para prevenir complicaciones
Mantener el metabolismo lipídico en los niveles adecuados es importante para poder prevenir las complicaciones asociadas con las hiperlipemias. Además de adoptar una dieta equilibrada, rica en ácidos grasos omega-3 y fibra, es necesario practicar ejercicio físico con regularidad y, en casos necesarios, recurrir a tratamientos farmacológicos bajo supervisión médica.
Detectar a tiempo todas las alteraciones del metabolismo lipídico a través de análisis de sangre regulares permite tomar medidas preventivas antes de que surjan problemas mayores. De esta manera, se reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y se puede mejorar la calidad de vida.
En conclusión, el metabolismo lipídico repercute directamente en la salud general. Las alteraciones, como las hiperlipemias, incrementan los riesgos para la salud de forma considerablemente. Informarse al respecto y tomar medidas preventivas son las herramientas clave para controlar estos problemas y asegurar una vida más saludable.
Existe una tríada —sueño, ansiedad y depresión— que afecta de manera importante el bienestar emocional, mental y físico de las personas, ya que cada elemento interactúa de forma compleja con los otros, impactando la salud global y generando un ciclo patológico difícil de romper. Exploremos cada elemento y sus conexiones.
Sueño
El sueño es un proceso psico-biológico esencial para el funcionamiento adecuado del cerebro y el cuerpo. Durante el sueño, el cerebro procesa información, elimina toxinas, consolida recuerdos y restaura funciones cognitivas. La falta de sueño o la mala calidad del mismo puede afectar seriamente la salud, incluyendo el desarrollo o el empeoramiento de patologías como la ansiedad y la depresión.
Los trastornos del sueño, como el insomnio o la apnea del sueño, son comunes en personas con ansiedad y depresión. A su vez, la falta de sueño contribuye a la irritabilidad, la fatiga y la dificultad para concentrarse, empeorando los síntomas de estos trastornos.
Ansiedad
La ansiedad es una respuesta natural al estrés, pero cuando se vuelve crónica o se desborda, puede convertirse en un trastorno debilitante. Las personas con trastornos agudos de ansiedad a menudo experimentan preocupación excesiva, inquietud y tensión constante. Uno de los síntomas comunes de la ansiedad es la dificultad para conciliar el sueño o mantenerse dormido, lo que puede derivar en un déficit crónico de sueño.
La ansiedad también puede causar despertares nocturnos frecuentes, en los que la persona se siente alterada y agitada, lo que afecta la calidad del sueño. La privación de sueño agrava las manifestaciones ansiosas, generando un círculo vicioso en el que la persona se siente incapaz de descansar y gestionar su intranquilidad.
Depresión
La depresión es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por sentimientos persistentes de tristeza, falta de interés en actividades placenteras y cambios en los patrones de sueño y apetito. Las personas con depresión experimentan a menudo insomnio, tienen problemas para conciliar el sueño o hipersomnia, en el que duermen en exceso, pero aun así se sienten fatigadas.
El sueño interrumpido o insuficiente es tanto un síntoma como un factor de riesgo para la depresión. Las investigaciones sugieren que las alteraciones del sueño pueden preceder al desarrollo de la depresión o ser un signo de recaída en personas con historial depresivo.
La relación entre sueño, ansiedad y depresión
Como podemos concluir, el sueño, la ansiedad y la depresión están interconectados de manera bidireccional. Las personas con trastornos del sueño tienen un mayor riesgo de desarrollar ansiedad y depresión, mientras que aquellos con estos trastornos mentales tienen más probabilidades de experimentar problemas de sueño. La falta de sueño puede intensificar los síntomas de ansiedad y depresión, y viceversa, lo que crea un ciclo complicado de romper y que afecta la calidad de vida. La intervención temprana por parte de un especialista, con un enfoque integral que aborde tanto el sueño como los trastornos emocionales colindantes, puede marcar una gran diferencia en la recuperación.
TDAH son las siglas de Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad. Es un problema mental asociado a falta de atención, actividad desmesurada o impulsividad. Puede suponer un problema muy serio en las relaciones del paciente con su entorno, incluyendo el laboral.
Normalmente, el problema aparece en la niñez y puede seguir presente hasta la edad adulta. De hecho, se considera que el TDAH podría ser el más frecuente de los trastornos mentales no diagnosticados en adultos. Se estima que las dos terceras partes de los niños que padecen TDAH continúan con él en la edad adulta. El trastorno puede afectar hasta al 4,3% de los adultos.
Qué causa el TDAH
No está claro. La ciencia no sabe con exactitud qué puede causar el trastorno y el pensamiento general se orienta a temas genéticos, aunque no solamente. También se contemplan factores ambientales y sociales, además de factores como la nutrición y posibles lesiones cerebrales pasadas, todo lo cual hace pensar en una combinación de elementos.
Qué síntomas presenta
Fundamentalmente, dos tipos de síntomas:
Falta de atención: dificultad para prestar atención
Hiperactividad (excesivos movimientos y verborrea) e impulsividad (falta de autocontrol y actuar sin reflexionar previamente)
La mayoría de los pacientes muestra síntomas de hiperactividad e impulsividad y, algunos, ambos grupos de síntomas.
La falta de atención incluye:
Problemas para fijar la atención en detalles; descuido en el trabajo
Imposibilidad de mantener la atención en temas que requieran tiempo, incluyendo todo tipo de tareas
Problemas para escuchar a quien habla (sobre todo si se dirige directamente al paciente)
Incapacidad para organizar su propio tiempo o las tareas de otros
Distracciones constantes por falta de concentración; perder las cosas de uso diario
Olvidar tareas diarias.
Los síntomas de hiperactividad e impulsividad incluyen:
Actividad extrema; imposibilidad de estarse quieto algún tiempo
Constante movimiento de manos y pies
Hablar compulsivamente
Incapacidad de disfrutar de ratos de ocio
Interrumpir a los demás; contestar preguntas antes de que se formulen por completo. Incapacidad de hacer cola.
En la edad adulta, el TDAH evoluciona de diferentes maneras.
El paciente puede presentar pocos síntomas, normalmente atenuados
Los síntomas pueden seguir presentes, pero el paciente logra adaptarse a pesar de le limitación funcional
El paciente puede presentar otros trastornos mentales
El paciente puede padecer problemas añadidos, como alteraciones de conducta, inadaptación laboral, delincuencia.
Son muchos los factores que pueden influir en el desarrollo y evolución del TDAH en adultos:
Nivel socioeconómico
Antecedentes familiares
Que existan síntomas no asociados, como agresividad, falta de estabilidad emocional
Otros trastornos asociados, como ansiedad o depresión
Presencia o no de hiperactividad
Nivel de inteligencia del paciente
Cómo se diagnostica
El TDAH es por lo general más difícil de diagnosticar en adultos que en niños. El trastorno puede confundirse con problemas de ansiedad, depresión y síntomas por abuso de drogas.
La hiperactividad propia de los niños con TDAH da paso generalmente en adultos a intranquilidad e inquietud. Por lo general, el TDAH genera malos resultados en los estudiantes, problemas laborales en los adultos y mayor tendencia a la delincuencia.
Los adultos con TDAH suelen ser incapaces de organizarse, no sabe gestionar su tiempo y tiende a dejar inacabadas las tareas que él mismo emprende. Suelen tener más fracasos tanto en sus relaciones personales como en el terreno laboral y toleran mal la frustración, a la vez que se muestran con frecuencia irritables.
El diagnóstico exige una evaluación exhaustiva a cargo de un especialista. Se evaluará el historial médico del paciente, su estado de ánimo y si tiene problemas de abuso de sustancias (alcohol, otras drogas). Asimismo, será necesario conocer su entorno inmediato (laboral, social, personal) y muy conveniente conocer el rendimiento escolar infantil y los posibles problemas que mostrara a esa edad.
También se tendrán en cuenta factores como la memoria, la planificación y la toma de decisiones en el entorno laboral, las capacidades de razonamiento, y posibles problemas psicológicos y cognitivos. Finalmente, existen diversos test que orientan al especialista.
Cómo se trata el TDAH
No existe un tratamiento específico para este trastorno, pero generalmente se trata con medicamentos. Los estimulantes son los fármacos que han mostrado proporcionar mejores resultados.
Asimismo, aunque tampoco hay una técnica psicoterapéutica dirigida al TDAH, la terapia puede ayudar a mejorar los aspectos más conflictivos en la vida diaria del paciente.
Grupos de apoyo a adultos con TDAH
En la red se encuentran diversos grupos de apoyo para el TDAH. Estos grupos pueden suponer una gran ayuda a los pacientes adultos, con comunidades y foros donde compartir experiencias. Algunos de ellos:
Las siglas en inglés SIBO significan Sobrecrecimiento Bacteriano del Intestino Delgado. Aunque no siempre se tiene conocimiento de ello, es una condición que afecta a muchas personas, y que causa síntomas molestos como hinchazón, dolor abdominal y diarrea o estreñimiento. Por suerte, los cambios en la alimentación son eficaces para tratar esta afección. Vamos a ver cuál es la dieta SIBO más adecuada para cada caso.
¿Qué es el SIBO y cómo afecta al sistema digestivo?
El SIBO se produce cuando hay un crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado. Se trata de una zona del sistema digestivo que, por lo general, cuenta con una cantidad limitada de microorganismos.
Por tanto, cuando se produce este desequilibrio, puede interferir tanto en la digestión como en la absorción de nutrientes. En consecuencia, aparecen síntomas como gases, hinchazón, dolor abdominal, diarrea o estreñimiento crónicos. Además, en función del tipo de gases producidos por las bacterias habrá diferentes variantes. Por ejemplo, SIBO por metano, hidrógeno o sulfuro de hidrógeno; cada uno de ellos con su propia sintomatología y tratamiento.
La importancia de una dieta adecuada para tratar el SIBO
Adaptar la alimentación es la clave para controlar el SIBO. Existen diferentes alimentos que sirven de nutrientes para las bacterias, y consiguen que estas proliferen aún más. Al mismo tiempo, hay otros que son eficaces para restablecer el equilibrio en el sistema digestivo.
Una dieta para SIBO positivo, es decir, que ha sido diseñada específicamente para cada tipo de sobrecrecimiento bacteriano, puede aliviar síntomas, mejorar la digestión y complementar el tratamiento médico.
Alimentos recomendados en una dieta para SIBO
Los alimentos buenos para el SIBO suelen ser aquellos que son bajos en carbohidratos fermentables, ya que estos alimentan a las bacterias intestinales. A continuación vamos a ver algunos ejemplos de ellos.
– Verduras de bajo contenido en FODMAPs. Son, por ejemplo, calabacín, pepino, espinacas y pimientos. – Proteínas magras, como pollo, pavo, huevos y pescado blanco. – Grasas saludables, como aceite de oliva, aguacate y nueces en cantidades moderadas. – Frutas bajas en azúcar, como fresas, arándanos y kiwi. – Bebidas no gaseosas y sin azúcar, como agua o infusiones suaves.
Alimentos a evitar para controlar el SIBO
Del mismo modo en que hay alimentos que ayudan a controlar el SIBO, existen otros que es recomendable evitar a toda costa, puesto que se caracterizan por fomentar el crecimiento bacteriano. Dentro de este grupo encontramos los siguientes:
– Legumbres, como lentejas, garbanzos y frijoles. – Verduras que sean ricas en FODMAPs como brócoli, coliflor y cebolla. – Productos lácteos con lactosa. – Alimentos procesados ricos en azúcares, así como harinas refinadas. – Bebidas gaseosas y alcohólicas.
Tipos de dietas para SIBO
A la pregunta de cuál es la dieta para SIBO, la respuesta es que depende. Como ya mencionamos, no hay un único tipo, sino que son varios. Y en función del diagnóstico que se obtenga acerca de cuál se padece, la alimentación tendrá unas características determinadas. A continuación vamos a ver los tipos más comunes.
Dieta baja en FODMAPs
Esta dieta, ampliamente utilizada para el SIBO, limita los carbohidratos fermentables que alimentan a las bacterias. Incluye alimentos buenos para el SIBO como verduras bajas en FODMAPs, proteínas magras y grasas saludables. Pero restringe todos aquellos productos que son ricos en fructosa, lactosa y otros compuestos fermentables.
Dieta para SIBO metano
El SIBO por metano suele estar asociado al estreñimiento. La dieta para SIBO por metano se centra en reducir los alimentos que aumentan los gases y en promover una digestión saludable. Para ello, es importante limitar las fibras insolubles y los alimentos ricos en almidones resistentes.
Dieta para SIBO por hidrógeno
Este tipo de SIBO suele estar vinculado a la diarrea. En este caso, la dieta para SIBO por hidrógeno incluye alimentos que sean fáciles de digerir y evita todos aquellos que son ricos en fibra fermentable.
Dieta para SIBO sulfuro
La dieta para SIBO por sulfuro de hidrógeno implica evitar todos los alimentos que son ricos en azufre. Estos son el ajo, la cebolla y ciertos productos lácteos. Por el contrario, se priorizan las proteínas magras y las verduras bajas en FODMAPs.
Consejos prácticos para seguir una dieta para SIBO
Si debes seguir una dieta para SIBO, pero tienes dificultades para llevarla a cabo, te recomendamos seguir estos consejos.
– Planifica tus comidas. Diseña un menú semanal con alimentos buenos para el SIBO para facilitar la adherencia. – Lee las etiquetas. Identifica ingredientes ocultos como azúcares añadidos y almidones. – Mantén un diario de alimentos. Te ayudará a identificar posibles desencadenantes y ajustar tu dieta según los síntomas que tengas. – Consulta a un profesional. Trabajar con un nutricionista especializado en SIBO te garantizará un enfoque personalizado y seguro. – Sé constante. Los cambios dietéticos requieren tiempo para mostrar resultados, así que mantén la disciplina.
Cómo la dieta puede marcar la diferencia en el tratamiento del SIBO
Una dieta adaptada puede marcar un antes y un después en la vida de quienes padecen SIBO. Al priorizar alimentos buenos para esta patología y evitar aquellos que exacerban los síntomas, es posible mejorar la calidad de vida y apoyar el tratamiento médico. Ya sea que necesites una dieta para SIBO metano, hidrógeno o sulfuro, ajustar la alimentación es un paso fundamental hacia la recuperación. Recuerda que cada organismo es único, por tanto, se debe acudir a un especialista para garantizar los mejores resultados.
Es un tipo de aborto espontáneo que se produce cuando el embrión deja de desarrollarse en una etapa muy temprana (o no se llega a formar). En condiciones normales, el embrión se instala en una especie de bolsa llena de líquido llamada saco gestacional. En el caso del embarazo anembrionario, el saco llega a formarse, pero el embrión no se desarrolla. También se llama huevo huero y se habla de “saco gestacional vacío”.
Por qué se produce
Las causas no están claras en absoluto, aunque el problema se relaciona con problemas genéticos bien en el óvulo, bien en el espermatozoide. También puede estar causado por una implantación deficiente del embrión en el útero. En la mayoría de los casos, el óvulo presenta trastornos genéticos, en forma de cromosomas anormales.
Otras posibles causas son:
Una infección
Problemas endocrinológicos en la madre, o una enfermedad autoinmune
Un tejido anómalo en el interior de útero, que lo divide en tabiques.
Qué síntomas produce
El embarazo anembrionario produce en un principio los mismos síntomas que el embarazo normal, como son mamas sensibles, cansancio anormal o náuseas. Pero si el embarazo es anembrionario, los síntomas desaparecen, y su falta puede dar alguna pista a la mujer.
Es una ecografía prenatal (la primera de las tres habituales que se hacen durante el embarazo, habitualmente entre las semanas 6 y 8) la que va a detectar el problema.
Otros síntomas posibles son:
Dolores leves en la parta inferior del abdomen
Leve sangrado vaginal.
Diagnóstico
Como ya dijimos, es la ecografía de las seis semanas la que mostrará la inexistencia del embrión que tras seis semanas ya es visible.
La falta de síntomas propios del embarazo y el nivel de las hormonas serán los que determinen el diagnóstico. A pesar de que este problema es frecuente, la detección del embarazo anembrionario en la consulta del ginecólogo no es fácil.
Tratamiento
Una vez comprobada la inexistencia de embarazo, el saco gestacional puede expulsarse espontáneamente, y se aconseja una cierta espera para que se resuelva. El tiempo es variable y pueden ser desde unos pocos días hasta algunas semanas. En este caso, la mujer tendrá un sangrado vaginal.
Pero si no sucede así, es necesario extraerlo, pues ese tejido muerto podría provocar problemas. Se sigue entonces un procedimiento quirúrgico, como el legrado, que elimina mediante raspado el tejido adherido a la pared uterina. Se lleva a cabo con anestesia y la paciente no necesita ingreso en el hospital.
¿Se puede prevenir?
No existen técnicas de prevención específicas, más allá de:
Llevar una vida sana
Seguir una dieta equilibrada
Hacer ejercicio
Mantener el peso ideal
Minimizar (o suprimir) el consumo de alcohol y,
Por supuesto, no fumar.
Se recomienda que cuando una mujer decida quedarse embarazada, acuda al ginecólogo para que revise su estado general de salud, así como los niveles vitamínicos.
¿Y después?
Haber tenido un embarazo anembrionario no significa nada, ni quiere decir que vaya a repetirse. Para un intento posterior se recomienda especialmente seguir las normas de prevención explicitadas, con lo que se asegura el estado óptimo de salud de la futura madre. Si el problema se repite en un siguiente intento, lo indicado es someterse a un estudio genético para evaluar los cormosomas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda esperar seis meses antes de intentar un nuevo embarazo. Pero muchos especialistas afirman que es suficiente esperar a tener dos menstruaciones.
Las transaminasas son enzimas que se producen principalmente en el hígado. Cuando su nivel es muy alto, puede ser un indicativo de que hay problemas hepáticos. Por tanto, es necesario monitorear los niveles en la sangre para que no perjudique a la salud. Hoy veremos cómo bajar las transaminasas y las consecuencias de no hacerlo.
¿Qué son las transaminasas y qué significa que estén elevadas?
Las transaminasas, también conocidas como aminotransferasas, son enzimas responsables de transferir grupos amino entre moléculas. Se trata de un proceso esencial en la síntesis de aminoácidos y en la descomposición de proteínas en el cuerpo. Se encuentran principalmente en el hígado, pero también están presentes en otros órganos.
Cuando los niveles de estas enzimas aumentan en la sangre, suele indicar que hay un daño en las células hepáticas. Las causas de la elevación de las transaminasas son múltiples, y van desde las infecciones virales hasta el consumo excesivo de alcohol. A esta elevación se le llama hipertransaminasemia, y puede ser temporal o persistente. Cuanto antes se detecte la elevación de las dos transaminasas, menores serán las consecuencias.
Tipos de transaminasas: ALT y AST
Existen dos tipos principales de transaminasas: la ALT o alanina, y la AST o aspartato. Ambas son indicadores sensibles de la salud hepática y cumplen funciones similares. Sin embargo, la ALT se encuentra casi exclusivamente en el hígado. Por tanto, cuando sus niveles son altos, indica con mayor precisión que los daños están en ese órgano.
En cambio, la AST se encuentra tanto en el hígado como en otros tejidos, como el corazón, los riñones y los músculos. Un aumento en ella podría indicar un problema en alguno de estos órganos. La relación entre ALT y AST, conocida como el índice De Ritis, es también útil para diferenciar causas hepáticas y no hepáticas en la elevación de las transaminasas.
Causas de la elevación de las transaminasas
Las causas de la elevación de las transaminasas son variadas y pueden ser tan remotas como una infección no detectada. Sin embargo, las más habituales son las siguientes:
Consumo de alcohol y su impacto
El consumo excesivo de alcohol es una causa frecuente de la elevación de las transaminasas. El hígado es el encargado de metabolizar esta sustancia. Por eso, cuando la ingesta es muy elevada, se van dañando progresivamente las células hepáticas y se incrementan también los niveles de ALT y AST en la sangre.
En casos graves, el daño puede llevar a enfermedades hepáticas como la cirrosis o la hepatitis alcohólica. En ambas, hay una elevación crónica de las transaminasas. No hay estudios que confirmen que el consumo puntual de alcohol eleva las transaminasas de manera permanente.
Después de cirugías: ¿por qué pueden elevarse las transaminasas?
Después de una cirugía pueden elevarse las transaminasas. Suele estar relacionada con el estrés físico que el cuerpo experimenta durante el proceso. Este estrés puede desencadenar una respuesta inflamatoria, afectar al hígado y provocar una liberación temporal de ALT y AST en el torrente sanguíneo. Por lo general, este aumento es transitorio y se normaliza en unas semanas, siempre y cuando no haya otras complicaciones hepáticas.
Síntomas de transaminasas elevadas
Las transaminasas elevadas no siempre causan síntomas evidentes, en particular si el aumento es leve. Sin embargo, en aquellos casos en los que el incremento es muy alto o persiste durante un tiempo prolongado, puede haber señales que indiquen un daño hepático. Los síntomas de las transaminasas elevadas son los siguientes:
Fatiga y malestar general
Uno de los síntomas más comunes asociados a la elevación de transaminasas es la fatiga persistente y el malestar general. Este cansancio se debe a la sobrecarga en el hígado, que no logra cumplir eficientemente sus funciones de metabolización y desintoxicación. La acumulación de toxinas en el cuerpo puede generar esta sensación de agotamiento.
Coloración amarillenta de la piel (ictericia)
La ictericia, o coloración amarillenta de la piel y los ojos, es otro de los síntomas más frecuentes de las transaminasas altas y, por ende, de un daño hepático. Se produce porque el hígado dañado no procesa correctamente la bilirrubina; una sustancia derivada de la descomposición de glóbulos rojos. Cuando se acumula en la sangre, se produce la coloración amarillenta.
¿Cómo bajar las transaminasas altas?
Ante esta situación, es comprensible preguntarse cómo bajar las transaminasas altas. Por suerte, existen soluciones eficaces, que implican cambios en el estilo de vida, pero también tratamientos médicos. La hidratación es el primer paso, para limpiar el hígado y favorecer la eliminación de las toxinas acumuladas.
Esta debe provenir del agua y de alimentos saludables como frutas y verduras. La dieta debe ser baja en grasas saturadas y se deben aumentar la actividad física, al tiempo que se elimina el consumo de alcohol y de medicamentos innecesarios.
En algunos casos, se recomienda el uso de suplementos antioxidantes, como la vitamina E y la silimarina, que pueden proteger las células hepáticas. Es importante, no obstante, consultar a un médico antes de iniciar cualquier suplementación o dieta específica, así como para obtener una prescripción de medicamentos para bajar las transaminasas altas.
¿Cuánto tiempo tardan en bajar las transaminasas?
Una vez que se ha comenzado con medicación, suplementos o cambios en el estilo de vida, la pregunta habitual hace referencia al tiempo que tardan en bajar las transaminasas. Sin embargo, este varía porque depende de la causa subyacente y de la respuesta del organismo al tratamiento.
Si la causa es temporal, como el estrés físico o un consumo leve de alcohol, pueden volver a la normalidad en cuestión de semanas. Sin embargo, si el daño es más severo o la causa subyacente no se trata, la reducción de estos niveles puede llevar meses. Bajar las transaminasas en una semana o en períodos de tiempo tan cortos no es posible, puesto que la eliminación de las toxinas del hígado es progresiva.
Cuidar la salud hepática para evitar complicaciones
El hígado cumple funciones vitales para el organismo, por lo que su cuidado es fundamental si se desea mantener una buena salud general. Los hábitos de vida saludables y realizar revisiones médicas con frecuencia pueden evitar que una elevación de transaminasas derive en problemas mayores. Además, se recomienda reducir el consumo de sustancias hepatotóxicas, llevar una dieta equilibrada y evitar el sedentarismo.
La brecha de enzimas digestivas se refiere a la escasez de estas en el organismo, cuya consecuencia principal son los problemas en la digestión y, con ello, de salud en general. Si este es tu caso o tienes dificultades para procesar los alimentos, te interesa conocer qué son estas enzimas y su impacto.
¿Qué es la brecha de enzimas digestivas?
La brecha de enzimas digestivas se refiere a la deficiencia o insuficiencia en la producción de las enzimas que son necesarias para descomponer correctamente los alimentos. Este problema puede ser congénito o aparecer a lo largo de la vida y afecta a personas de todas las edades.
Cuando se tienen enzimas digestivas bajas, el cuerpo tiene dificultad para realizar la digestión de forma eficiente. Por tanto, no se pueden aprovechar los nutrientes y aparecen distintos problemas de salud. Los síntomas más frecuentes que aparecen tras las comidas son hinchazón, gases, indigestión y problemas gastrointestinales.
Causas de una baja producción de enzimas digestivas
Existen diversas causas que pueden contribuir a la brecha de enzimas digestivas. Algunas de ellas están relacionadas con la genética, mientras que otras con factores externos, como el estilo de vida y la dieta. Vamos a verlas en detalle.
Factores genéticos
La razón por la que se tienen enzimas bajas en el sistema digestivo puede deberse a una condición genética que afecta a su producción. Por ejemplo, enfermedades como la fibrosis quística o la insuficiencia pancreática exocrina.
Ambas reducen la capacidad del cuerpo para producir estas enzimas digestivas. En estos casos, la solución pasa por tener un control de la dieta y tomar suplementos enzimáticos para ayudar a la digestión.
Estilos de vida y dieta
Los hábitos alimenticios y el estilo de vida también tienen un papel determinante en la producción de enzimas digestivas. Las dietas altas en alimentos procesados y bajas en fibra y nutrientes esenciales perjudican al sistema digestivo. Además, factores como el estrés, el consumo excesivo de alcohol y el tabaquismo también disminuyen la producción de enzimas.
Consecuencias de tener enzimas digestivas bajas
Ya sabemos qué significan las enzimas bajas, pero, ¿cuáles son las consecuencias en la salud? Las principales son dos:
Problemas digestivos comunes
Una producción insuficiente de enzimas produce síntomas como hinchazón, gases y dolor abdominal. Cuando los alimentos no se pueden digerir bien, se genera una fermentación en el intestino que produce gases constantes.
Impacto en la absorción de nutrientes
Además de los problemas anteriores, la brecha de enzimas digestivas también afecta a la absorción de nutrientes. Una mala digestión impide al cuerpo obtener los nutrientes esenciales de los alimentos, por lo que pueden aparecer deficiencias nutricionales. Las consecuencias principales son fatiga, debilidad, pérdida de peso y otros problemas de salud relacionados con la carencia de vitaminas y minerales.
¿Cómo mejorar la brecha de enzimas digestivas?
La buena noticia es que existen formas de mejorar la producción de enzimas digestivas y aliviar los síntomas asociados a su deficiencia. Por ejemplo, los siguientes:
Cambios en la alimentación
Nuestros hábitos tienen un impacto directo en nuestra salud. Una alimentación saludable y equilibrada, rica en alimentos naturales que ayudan a mejorar la producción de enzimas digestivas. Es conveniente incluir aquellos que son ricos en enzimas naturales, como la piña, la papaya y el aguacate. Todos ellos facilitan la digestión. Así mismo, se recomienda aumentar el consumo de fibra y reducir los alimentos ultraprocesados. Estos últimos suelen ser más difíciles de digerir y pueden agravar la brecha enzimática.
Suplementos de enzimas digestivas
En algunos casos, los cambios en la dieta pueden no ser suficientes para compensar la deficiencia de enzimas. Aquí es cuando se hace necesario recurrir a los suplementos de enzimas digestivas. Están disponibles en diferentes formatos y son eficaces para aquellas personas que necesitan una ayuda adicional.
No obstante, en lugar de hacer un autodiagnóstico, se recomienda consultar con profesionales de la salud antes de tomar estos suplementos. Se debe confirmar que existe este problema y cuáles son las necesidades individuales.
La importancia de mantener un equilibrio enzimático
Mantener un equilibrio enzimático adecuado es vital para la salud general del organismo. Las enzimas digestivas no solo facilitan la digestión, sino que también aseguran que el cuerpo pueda absorber y utilizar correctamente los nutrientes de los alimentos. De este modo, se favorece también la salud energética y la inmunológica, junto a la digestiva.
Por ello, llevar una dieta balanceada, reducir el estrés y considerar los suplementos cuando sea necesario son pasos importantes para preservar la salud digestiva y el bienestar general.
Preguntas Frecuentes:
¿Qué enfermedades causa la falta de enzimas?
La falta de enzimas puede estar relacionada con enfermedades como la insuficiencia pancreática exocrina, la fibrosis quística y otras condiciones que afectan el sistema digestivo. En estas enfermedades, la falta de enzimas impide una digestión adecuada, genera una mala absorción de nutrientes y repercute negativamente en la salud general.
¿Qué pasa cuando las enzimas están bajas?
Cuando las enzimas digestivas están bajas, el cuerpo no puede descomponer adecuadamente los alimentos. Entonces, se produce hinchazón, gases, dolor abdominal y deficiencias nutricionales. Esto sucede porque los nutrientes no son absorbidos correctamente, y afecta a los niveles de energía y el bienestar general.
¿Qué pasa cuando las enzimas cardíacas están bajas?
Las enzimas cardíacas, aunque son distintas de las digestivas, también son importantes para la salud. Cuando su producción es baja, puede indicar problemas en el corazón, como daño en el tejido cardíaco o enfermedades cardiovasculares. Es esencial detectar y tratar estos problemas a tiempo con la ayuda de un médico.
¿Qué disminuye las enzimas?
Existen varios factores que pueden disminuir las enzimas, como una dieta poco saludable, el consumo de alimentos ultraprocesados, el estrés, el alcohol y algunos problemas de salud. Además, el envejecimiento es un factor natural que puede reducir la producción de enzimas digestivas. De ahí la importancia de mantener una dieta balanceada y considerar, si es necesario, suplementos enzimáticos.
Fue el doctor James Parkinson quien, basándose en 6 casos examinados en Londres en 1817, describió las características clínicas de una enfermedad a la que llamó Parálisis Agitante. Charcot, un famoso neurólogo francés, sugirió un nuevo nombre para dicha alteración, el de Enfermedad de Parkinson (EP). Desde entonces, la descripción original -caracterizada por temblor y alteraciones en la postura y su curso clínico- permanece sin cambios, aunque actualmente se incluyen la rigidez en rueda dentada y la bradiquinesia (ralentización del movimiento). En su día, Parkinson confundió estos dos últimos síntomas como manifestaciones de parálisis.
La enfermedad de Parkinson se produce como resultado de una pérdida progresiva de las células productoras de dopamina en una parte del cerebro llamada sustancia negra y que tiene un importante papel en el control del movimiento. La falta de dicha sustancia provoca la muerte de las células, lo que da lugar a un trastorno progresivo del movimiento y del equilibrio, que acaba afectando seriamente las actividades de la vida cotidiana.
Quién padece la enfermedad de Parkinson
La EP afecta de 1 a 2 personas por cada 100.000. El principal factor de riesgo para esta entidad es la edad. Muy pocos pacientes desarrollan la enfermedad de Parkinson antes de los 20 años, siendo muy raro en menores de 40 años, con sólo un 5% de incidencia en Europa. El riesgo aumenta con la edad de modo que, a los 80 años, 2 personas de cada 100 presentan alguno de los signos de la enfermedad. La incidencia por sexo es aproximadamente la misma, y la prevalencia (total de casos acumulados en la población) de la EP es similar en todo el mundo y en todas las razas. Algunos autores sugieren una menor incidencia en la población de China y Africa y mayor en la población de origen Indio, Africana y del Caribe, pero, al ser una enfermedad de curso insidioso, es difícil obtener datos exactos. Además, en las fases tempranas de la enfermedad se puede confundir como ciertos trastornos neuropsiquiátricos y problemas articulares. Existen también factores genéticos, pero cabe decir que la EP es hereditaria tan sólo en una minoría de los pacientes. Este tipo de personas suele desarrollar la enfermedad antes de los 50 años y tiene ya previamente otros familiares enfermos, por lo general.
Otros factores de riesgo que se han sugerido son también:
Exposición a pesticidas y herbicidas
Entornos rurales
Traumatismos cráneo-encefálico previos
Alteraciones en la capacidad olfativa
Personalidad obsesiva
Traumas emocionales graves
Estrés.
Sin embargo, la evidencia que respalda la asociación de estos factores con la EP es demasiado baja como para tenerlos muy en cuenta.
Síntomas de la enfermedad de Parkinson
Los principales síntomas de la EP son:
Temblor, especialmente de reposo, con gestos típicos como el de pasar monedas
Rigidez de las extremidades
Falta de iniciativa a la hora de hablar, gesticular o caminar, y ralentización del movimiento (bradiquinesia)
Inestabilidad en la marcha (inclinación hacia adelante, dificultad en cambiar de posición y caídas ocasionales).
Otros síntomas son:
Inexpresividad facial
Disminución de la habilidad manual
Dificultades en la escritura
Alteraciones del sueño
Incontinencia urinaria nocturna
Depresión, ansiedad
Salida involuntaria de la saliva. Son frecuentes el estreñimiento, la piel seca y las dificultades para cambiar de posición en la cama, y para doblar esquinas, caminando.
Los síntomas son insidiosos, de muy lenta presentación y evolución, y suelen pasar desapercibidos al principio. Inicialmente, en los primeros dos años, afectan a un lado del cuerpo, y al progresar acaban involucrando al otro lado. El síntoma inicial es temblor y constituye la principal causa de consulta al médico, aunque un 30% de los pacientes no lo presentan. En estos casos es más difícil llegar al diagnóstico.
Cómo se diagnostica
Para llegar al diagnóstico es suficiente observar los síntomas típicos y realizar un completo examen físico y neurológico. Signos clínicos, como la rigidez de los dedos de la mano o del hombro, o la pérdida del movimiento de braceo al caminar pueden ser una forma sutil de comienzo de esta enfermedad.
A diferencia de otras enfermedades, para la EP no existe una prueba de imagen que haga el diagnóstico definitivo. Sin embargo, exámenes como el SPECT o PET (Tomografía por Emisión de Positrones) pueden utilizarse en algunos casos para respaldar el diagnóstico. Estos procedimientos pueden detectar una deficiencia de dopamina en el cerebro, aunque son sofisticados y no se emplean de rutina.
¿Existen otras enfermedades similares a la EP?
Sí existen. Algunas enfermedades como la atrofia sistémica múltiple, la degeneración corticobasal, el pseudo-parkinsonismo de origen vascular y la parálisis supranuclear progresiva pueden ser similares a la EP. La existencia de otros síntomas y signos permiten diferenciar estas enfermedades.
También pueden darse “parkinsonismos” (cuadros con signos y síntomas parecidos a los de la EP) como consecuencia de ciertos tratamientos farmacológicos (por efecto secundario del medicamento) como los sedantes mayores, fármacos anti-psicóticos y algunos medicamentos para el vértigo y las náuseas. Afortunadamente estos síntomas son generalmente reversibles al suspender el medicamento.
Tratamiento de la EP
Medicamentos para la enfermedad de Parkinson
No existe un tratamiento estándar, sino que se ajusta a las necesidades y respuesta de cada paciente. Se puede usar cualquier combinación para lograr el mejor resultado posible.
Constituyen una gran ayuda en el tratamiento:
Ayudan a aumentar el nivel de dopamina en el cerebro
Influyen en los neurotransmisores y otras sustancias químicas
Ayudan a controlar otros síntomas relativos al movimiento.
Los síntomas pueden controlarse efectivamente durante varios años con tratamiento médico y quirúrgico, aunque la EP hoy día no tiene cura.
El medicamento más importante es la levodopa, sustancia precursora de la dopamina, que reemplaza la pérdida de ésta debida a la degeneración de ciertos tipos de células. La levodopa se toma, por lo general, junto a otro fármaco, la carbidopa, que palia algunos de los efectos secudarios de aquélla, como náuseas, vómitos, presión arterial baja o malestar indefinido.
Otros medicamentos
Agonistas de la Dopamina: son sustancias que realizan una acción similar a la de la dopamina en las neuronas al actuar sobre los mismos receptores que ésta estimula.
Inhibidores de la COMT: la Catecol-O-metil-transferasa (COMT) es una enzima que descompone tanto la dopamina como la Levodopa en dos compuestos inactivos. Los inhibidores de la COMT prolongan el efecto beneficioso de la Levodopa al evitar que la enzima COMT la destruya. Los inhibidores de la COMT aumentan así la vida media en el plasma de la Levodopa incrementando la concentración de Levodopa y dopamina en el cerebro. Existen dos inhibidores de la COMT, el tolcapone (hoy retirado del mercado) y el entacapone.
Selegilina: La Selegilina tiene una acción similar a la de los anteriores inhibidores, pero no sobre la COMT sino sobre la MAO-B, otra enzima distinta que también inactiva la dopamina.
Amantadina: La Amantadina es un agente antiviral con una acción antiparkinsoniana. El mecanismo de acción es (1) aumenta la síntesis de Dopamina, (2) una acción estimulante parecida a la de las anfetaminas y (3) bloqueo de la recaptación de la Dopamina y la noradrenalina (lo que les hace estar más tiempo ejerciendo su acción sobre la neurona).
Anticolinérgicos: los anticolinérgicos más usados son benzhexol, prociclidina, benzotropina, orfenadrina y biperideno. Los anticolinérgicos son útiles como tratamiento de ayuda de la Levodopa, y su principal acción es disminuir el temblor en reposo y la distonía. Se debe tener precaución en pacientes mayores por inducir estados de confusión y exacerbar la demencia.
Tratamiento quirúrgico
No todos los pacientes son aptos para recibir tratamiento quirúrgico y serán los médicos quienes determinen en cada caso la idoneidad.
Existen dos tipos diferenciados, según sean o no reversibles. El no reversible, que en este momento ya casi no se aplica, consiste en lesionar ciertas partes del cerebro que exacerban sus funciones en la EP. El tratamiento reduce los temblores, la rigidez y la disquinesia producidos por la levodopa. Constituye, pues, un complemento al medicamento.
Con el tratamiento reversible se pretende estimular determinados núcleos cerebrales mediante la implantación de unos electrodos que controlan los síntomas de la EP. Se conoce como estimulación cerebral profunda y es la técnica que de momento ofrece los mejores resultados.
Existe una nueva técnica, HIFU, que utiliza ultrasonidos de alta densidad muy concentrados en determinados puntos del cerebro. Como guía se utiliza una resonancia magnética. Los resultados son más que prometedores.
Terapia Génica
La terapia génica en la EP se basa en la perspectiva de la producción de proteínas dentro del cerebro que podrían restaurar la capacidad de síntesis biológica de Dopamina en la EP. Esto se puede realizar mediante trasplantes de células modificadas genéticamente (líneas de células inmortalizadas) o por la liberación de genes por algunos virus especialmente preparados con este propósito.
Factores Neurotróficos
La ingeniería genética puede producir moléculas que estimulen el crecimiento de células nerviosas y el desarrollo de redes nerviosas en el cuerpo estriado y la sustancia negra. El factor neurotrófico derivado de la glia (GDNF, desarrollado por Amgen) puede ser útil en la EP. El GDNF puede restaurar la actividad funcional de las neuronas dopaminérgicas lesionadas.
Cómo y cuándo se debe iniciar el tratamiento
El tratamiento de la EP es todo un reto, dirigido a dar al paciente y a su familia la mejor calidad posible de vida. La decisión de la medicación es específica para cada caso, y depende de:
Edad
Alteración funcional (como la incapacidad afecta la vida diaria)
Afectación del lado dominante (por ejemplo, afectación del brazo derecho en una persona diestra)
Situación social
Problemas neurológicos asociados (de memoria, por ejemplo)
El deseo del paciente de experimentar con agentes neuroprotectores probables pero no demostrados (medicamentos que teóricamente pueden disminuir el curso de evolución de la EP).
Por poner algún ejemplo, una persona joven, diestra, con temblor y bradiquinesia del brazo derecho puede necesitar un tratamiento efectivo y temprano con Levodopa, ya que depende de una rápida recuperación para mantener una adecuada capacidad laboral. En cambio, otro paciente joven o adulto medio con rigidez leve y mínima bradiquinesia puede preferir un agonista de la dopamina o un neuroprotector. La tendencia a no efectuar tratamiento hasta que se produce una alteración significativa de la función motora no se recomienda. Estudios retrospectivos han demostrado que no existe ventaja de este no-tratamiento, comparado con monoterapia con Levodopa. Incluso se pueden presentar algunas complicaciones motoras con Levodopa por cambios adaptativos en la sensibilidad de los receptores post-sinápticos debidos a una falta de estimulación dopaminérgica. Con el fin de evitar las complicaciones de la terapia temprana con Levodopa, se han intentado utilizar nuevas pautas de tratamiento mediante selegilina, amantadina, agonistas de dopamina, formas de presentación de Levodopa de liberación lenta y sostenida y anticolinérgicos.
¿Qué puede hacer el paciente?
Educación
El diagnóstico de EP es un acontecimiento clave en la vida del paciente. Se recomienda al paciente informarse de la enfermedad. Es muy importante contar con la confianza de un buen especialista, el neurólogo.
Nutrición
La dieta debe ser rica en fibra para disminuir el estreñimiento, frecuente en la EP. Este se produce tanto por la enfermedad como por los medicamentos. Se debe evitar comidas abundantes, especialmente las ricas en proteínas, máxime si la medicación se debe tomar después de ésta. Se debe esperar idealmente cerca de 60 minutos entre la toma del medicamento y la comida.
Ejercicio
Para mantener una aceptable movilidad se debe realizar un ejercicio leve a moderado. Cuando la enfermedad es avanzada los tratamientos fisioterapéuticos son benéficos, especialmente como una guía sobre los ejercicios que se deben hacer. Para muchos resulta útil nadar, caminar y bailar, especialmente si se efectúan de forma regular.
Qué problemas puede esperar el paciente con Parkinson
Es imposible predecir qué problemas puede desarrollar un paciente con EP. Puede afectar cualquier aspecto de su vida diaria, por lo que es importante que reciba una adecuada información sobre su propia enfermedad. En algún momento va a observar una disminución de la acción de los medicamentos; esto puede ocurrir de modo muy variable, pronto, hacia los primeros 2 años, o más tarde, hacia los 8 ó 10 años de tratamiento. Actualmente, con los tratamientos con medicamentos y no-farmacológico de apoyo, la mayoría de los pacientes pueden tener una aceptable calidad de vida. Debe existir una estrecha colaboración entre el paciente, su familia, el especialista, la enfermera especialista, y el hospital para poder tener éxito y resulte un tratamiento satisfactorio.
Ayuda a pacientes y familiares
Los tratamientos no farmacológicos son también muy necesarios en el manejo de la EP. Se centran en prestar todo el apoyo posible a los enfermos en multitud de aspectos relacionados con los síntomas de su enfermedad y con la interferencia que produce la misma en sus relaciones sociales y familiares. Se puede obtener información adicional a través de los médicos de familia y en hospitales. También existen organizaciones públicas y privadas dirigidas a ayudas para los pacientes y sus familiares. A título de ejemplos:
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