Bienestar, Salud Mental
Consejos para superar la tristeza y el desánimo
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La tristeza es una de las emociones básicas del ser humano. Es universal, puede aparecer por múltiples causas y suele acompañarnos durante períodos variables a lo largo de nuestra vida. Aunque, si la sufrimos con frecuencia o por largos periodo de tiempo, la recomendación es acudir a un profesional, seguir algunos consejos nos puede ayudar a superar la tristeza y el desánimo.
La emoción de la tristeza
La tristeza es una de las seis emociones básicas. Surge de la pérdida, la pena y el daño. Se intensifica y perdura si, además, viene unida a una sensación de soledad, y se retroalimenta de sí misma, del desánimo que produce.
Físicamente, la tristeza afecta a la frecuencia cardiaca, a la presión arterial, a la actividad neuronal y al tono muscular. En el aspecto cognitivo promueve la negatividad y hace aflorar los recuerdos dolorosos. Todo ésto desencadena una conducta apática e inactiva, lo que consigue que nos sintamos aún más tristes.
Como todas las emociones, la tristeza tiene una duración determinada. Aunque normalmente tendemos a intentar apartarla sin más, a intentar no estar tristes, el consejo profesional nos dice que para superar los periodos de tristeza, el primer paso es aceptarla. Debemos aprovechar este sentimiento para hacer un análisis y ver qué información nos da sobre nosotros mismos y lo que nos está pasando. Y, finalmente, hay que ver de qué herramientas disponemos para gestionarla hasta que desaparezca. Sobre éste último paso podemos seguir algunos consejos.
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Consejos para superar la tristeza
Aceptar y explorar. La tristeza es una emoción inevitable en el ser humano. No pasa nada por estar triste y desanimado. Las emociones se gestionan mejor desde el momento en que las aceptamos y, en este caso, es una oportunidad para analizar qué nos está pasando por dentro y conocer mejor nuestros deseos y nuestras necesidades en ese momento. Es cierto que no debemos juzgarnos por nuestros sentimientos, pero tampoco ser demasiado indulgentes y pensar que todo pasará sin poner nada de nuestra parte.
Una alimentación saludable. En momentos de tristeza y desánimo, la apatía puede afectar a la alimentación y hacer que nos saltemos algunas comidas. O, por el contrario, podemos reaccionar comiendo de manera compulsiva o abusando de alimentos dulces y calóricos, por lo que un sentimiento de culpabilidad nos puede hacer sentir peor y agravar aún más estas emociones.
Comer de forma adecuada es importante, porque un déficit nutricional también puede agravar el estado de ánimo. Algunos alimentos que contienen vitaminas, minerales y ácidos grasos pueden ayudarnos a regular nuestro sistema nervioso, por lo que podemos añadirlos a nuestra dieta: vegetales de hoja verde, legumbres, frutos secos como las nueces, almendras, piñones y castañas, semillas de girasol y de lino, aguacate, cítricos como la mandarina, avena, huevos y pescado azul.
Deporte. El ejercicio de intensidad media libera serotonina, la hormona de la felicidad que nos hace sentir alegría y bienestar. Muchos estudios muestran que el ejercicio físico tiene una eficacia similar a la de los antidepresivos.
Cuidar el aspecto personal. La apatía asociada a la tristeza hace que dejemos de hacer actividades y nos apetezca quedarnos más tiempo en casa, lo que puede afectar incluso a nuestro aspecto e higiene personal y retroalimentar la tristeza y el desánimo.
Disfrutar de la naturaleza. Un paseo por la naturaleza aporta armonía y serenidad, reduce el estrés y nos carga de energía.
Escuchar música. La música tiene mucha fuerza emocional y puede influir en nuestro estado de ánimo. Normalmente apetece escuchar música triste cuando estamos desanimados, así que podemos aprovechar para hacer esos ejercicios de introspección y análisis que hagan aflorar los sentimientos y nos ayuden a identificar nuestras necesidades. Pero en otros momentos también conviene escuchar música más alegre o que nos aporte emociones positivas y más energía.
Dejar fluir los sentimientos. Confiar en una persona querida para desahogarnos y hablar de nuestros problemas es un buen método para canalizar los sentimientos. También podemos probar a escribirlos. Proyectar nuestros problemas fuera de nosotros mismos nos ayuda a tomar perspectiva y a ver las cosas con más claridad.
Socializar. El sentimiento de soledad agrava la tristeza, por lo que es recomendable intentar llevar una vida social activa que nos distraiga y nos haga pensar en otras cosas.
Hacer cosas que nos gusten. Realizar actividades que nos hacen sentir bien promueve los pensamientos y las emociones positivas.
Cromoterapia y aromaterapia. El color tiene una función terapéutica sobre el organismo, por lo que debemos intentar evitar vestirnos o rodearnos de tonos negros, grises o marrones. El verde es equilibrante, el azul, relajante y el violeta, espiritual. Los rojos y anaranjados nos aportan energía y vitalidad. Los aromas tienen un efecto similar. Los que fomentan la positividad son los cítricos, el sándalo, el romero, la albahaca, el ciprés y el abeto.
Objetivos a corto plazo. Los pequeños objetivos diarios nos ayudan a salir de la apatía y a crear rutinas. Y conseguir estos pequeños logros nos levantan el ánimo y nos aportan positividad.
Practicar la amabilidad y el buen humor. Ser amable con los demás provoca una respuesta recíproca, lo que crea una cadena que nos hace sentir mejor. Además, poner un poco de humor a la vida nos hace relativizar los problemas y nos la hace un poco más fácil.