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Cuatro hábitos que aumentan la obesidad infantil sin que nos demos cuenta
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El grave incremento de la obesidad infantil en los últimos años se debe fundamentalmente a cambios importantes en el estilo de vida de los niños. Además de enfocarnos hacia una alimentación adecuada y a reducir el sedentarismo, controlar otros hábitos diarios que suelen pasar desapercibidos nos puede ayudar a modificar las conductas que favorecen el sobrepeso.
La obesidad infantil y juvenil ha aumentado tanto en los últimos años que la OMS la clasifica ya como uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI, con importantes consecuencias físicas y psicológicas a corto y largo plazo. Y es un problema que nos afecta de forma directa, ya que España se ha convertido en el segundo país de la Unión Europea con el mayor número de niños con problemas de sobrepeso.
La situación no es banal. Está demostrado que la obesidad infantil aumenta el riesgo de mortalidad e incapacidad relacionada con enfermedades en la edad adulta, ya que se estima que más del 80% de los menores de edad que padecen obesidad la continúan padeciendo de por vida. Y no solo afecta a la salud física. También puede tener consecuencias negativas en el desarrollo emocional, ya que el rechazo social de la obesidad puede producir problemas de autoestima y dar lugar a comportamientos de aislamiento social e, incluso, depresión infantil o trastornos alimentarios.
Dejando a un lado los casos en los que la obesidad infantil se debe a enfermedades endocrinas o a factores genéticos, que son los menos frecuentes, la obesidad aparece porque el aporte de energía que obtenemos a través de la alimentación supera al gasto. Y este exceso se almacena en el organismo en forma de grasa.
Aunque para saber si un niño tiene sobrepeso o es obeso se debe tener en cuenta el índice de masa corporal, que se calcula con el peso y la altura, siempre es aconsejable consultar con el pediatra, que será la persona que mejor nos puede aconsejar.
Promover hábitos saludables dentro de la familia, como una alimentación adecuada y la práctica regular de actividad física, es la clave principal para prevenir el sobrepeso. Pero hay otros hábitos diarios muy comunes que aumentan la probabilidad de padecer obesidad y que también debemos tener en cuenta.
Comer delante de la tele
Es un hábito muy extendido al que no le damos importancia, pero está demostrado que comer mientras vemos la televisión nos lleva a un nivel de abstracción que impide que prestemos atención a las señales internas de saciedad, por lo que ingerimos una cantidad de alimentos seguramente superior a la que necesitamos. Comemos sin darnos cuenta hasta que las señales externas ( anuncios o cuando se termina el programa que estamos viendo) nos devuelven a la realidad.
Otro de los puntos negativos de la televisión es la alta exposición publicitaria que nos bombardea con alimentos, generalmente hipercalóricos y poco saludables, que seducen a los más pequeños con su presentación y su lenguaje, y favorece en gran medida que se adquieran malos hábitos en alimentación.
No dormir lo suficiente
Diferentes estudios señalan que la falta de horas de sueño puede incrementar la sensación de hambre y el apetito por alimentos ricos en calorías. Asimismo, dormir poco se asocia a desajustes en el ritmo circadiano (el ciclo natural de cambios físicos, mentales y de comportamiento que experimenta el cuerpo en un ciclo de 24 horas y que responden, principalmente, a la luz y la oscuridad), lo que da lugar a problemas metabólicos que predisponen a la obesidad.
Por tanto, es importante para los niños establecer un horario para irse a la cama que les permita regular el sueño y mantener un peso normal. Para evitar distracciones y rabietas, es recomendable que no tengan en su habitación televisores, consolas de videojuegos y otros dispositivos electrónicos que dificulten el momento de ir a dormir y la regularización del sueño.
Recurrir a la comida con determinados estados de ánimo
Es común que los adultos acabemos picando algo para matar el aburrimiento o en momentos de decaimiento o ansiedad y, de la misma manera que sabemos que es una costumbre poco saludable, debemos evitar inculcar este hábito a los niños. No es recomendable ofrecerles chucherías o dulces cuando les ronda el aburrimiento, ni darles a entender que productos como el chocolate, la bollería y otros alimentos hipercalóricos sirven para intentar calmarnos, tranquilizarnos o levantarnos el ánimo, ya que reproducirán estos hábitos cada vez que se sientan de ese modo.
Practicar el ocio sedentario
Hoy en día los niños pasan gran parte de su tiempo de ocio viendo la televisión y jugando con videoconsolas, ordenadores, móviles, etc. Son actividades que requieren una actividad física mínima, por lo que se reduce el gasto calórico y se aumentan las conductas sedentarias. No se trata de prohibirlas, pero sí de controlar las horas que pasan delante de la tele y los videojuegos, y combinarlas con salidas al aire libre, actividades deportivas que les diviertan o, incluso, optar también por videojuegos que requieren actividad física (de deportes, de baile o aquellos que requieren lograr objetivos mientras paseas por la calle).
Recuerda que inculcar hábitos saludables en los niños requiere la implicación de los adultos, y que, más que basarnos en consejos y palabras, es mejor convertirnos en su ejemplo. Todos estos consejos, por tanto, los tienen que poner en práctica todos los miembros de la familia. Y está demostrado que los niños que se crían de forma saludable tienen muchas probabilidades de mantener esos hábitos y llegar a ser adultos saludables.