Salud y medicina
¿Qué significa tener buena salud?
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Estar sano no significa únicamente no padecer ninguna enfermedad, sino que implica disfrutar de un bienestar físico, mental y social. Aunque el concepto de salud puede diferir en cada persona según sus circunstancias, la base de una buena salud parte de unos hábitos nutricionales correctos y nuestro papel es fundamental a la hora de la prevención. Vamos a hablarte sobre qué es tener una buena salud y cómo conseguirlo.
¿Qué es tener una buena salud según la OMS?
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su constitución aprobada en 1948, define la salud como: “Un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. En 1992 también se añadió a esta descripción “y en armonía con el medio ambiente”.
Cada persona es diferente y en función de sus circunstancias personales, como la edad o el estilo de vida, tener buena salud puede implicar aspectos distintos. Por ejemplo, una persona sana de la tercera edad no comparte las mismas condiciones que un deportista de élite sano. Aunque los avances en la investigación médica han permitido que hoy en día tengamos disponible una multitud de tratamientos de todo tipo para evitar, controlar y prevenir enfermedades, nuestro papel a la hora de cuidar nuestra propia salud es muy importante: todos los profesionales médicos coinciden en que para tener una buena salud hay que partir de unos buenos hábitos nutricionales y para ello la prevención y la educación son pilares fundamentales.
¿Cómo podemos cuidar nuestra salud?
Una vez ya sabemos qué es exactamente tener una buena salud, vamos a hablar sobre lo que podemos hacer para llevar una vida más saludable.
Con una dieta equilibrada.
a alimentación saludable es aquella que aporta al organismo los nutrientes esenciales y la energía necesaria para mantener nuestro bienestar físico y prevenir las enfermedades. Es rica en frutas, verduras, hortalizas, cereales, legumbres y baja en grasas. Para garantizar que tenemos una buena salud se recomienda comer como mínimo 5 porciones diferentes de frutas y verduras al día, productos frescos y de temporada y reducir en lo posible el consumo de azúcares y sal. Para que la dieta sana no se haga aburrida, hay muchas posibilidades de escoger alimentos y formas de cocinar que nos garantizan que nuestra alimentación, además de sana, puede ser agradable. Y como se trata de disfrutar, podemos darnos un capricho de vez en cuando sin remordimientos.
Evitar el sedentarismo y realizar ejercicio de forma regular, adaptado a las condiciones de cada persona.
La actividad física nos ayuda a quemar el exceso de calorías ingeridas y a tonificar los músculos y los huesos de cara a la vejez. Su práctica reduce el riesgo de padecer las enfermedades de corazón y las relacionadas con la presión arterial y el colesterol, nos mantiene en forma y aleja el estrés. Hacer ejercicio no significa machacarse en el gimnasio o dejarse el aliento corriendo. Hay muchas actividades, como caminar al aire libre, bailar, deportes de todo tipo, en equipo, etc., que además de cuidar nuestra salud fomentan las relaciones sociales.
Evitar los tóxicos en nuestro organismo, como el alcohol, el tabaco y las drogas.
El consumo de sustancias nocivas, como pueden ser el alcohol, el tabaco o las drogas, tanto si se trata de un uso habitual como esporádico, puede poner en compromiso la salud de una persona. Dado que estas ofrecen una compensación temporal al usuario, como la desinhibición, la sensación de bienestar, la euforia, la risa o cualquier otro que pueda ser el efecto en función de la sustancia elegida, las consecuencias nefastas siguen estando presentes.
Los daños a órganos vitales como el hígado, el riñón, los pulmones e incluso el cerebro se producen siempre que se introducen en el organismo. Y a diferencia de lo que se cree, las consecuencias negativas no solo aparecen en el largo plazo, sino que pueden comenzar a ser patentes desde mucho antes. Para disfrutar de una buena salud, todos estos tóxicos deben desaparecer de nuestra vida.
Descansar de forma adecuada.
Mantener una buena higiene del sueño es fundamental para recargar la energía física y mental que gastamos durante el día. Es necesario disfrutar de un buen descanso y, aunque las horas de sueño necesarias pueden depender de cada persona, se debe procurar que sea un sueño reparador.
Para que el descanso sea de calidad, se recomienda no realizar comidas pesadas en la cena y que esta tenga lugar al menos dos horas antes de irse a la cama; realizar actividad física regular, puesto que el cansancio potenciará el descanso más profundo, y evitar el uso de dispositivos electrónicos también en las dos horas anteriores.
La luz azul que estos desprenden repercute de forma negativa en la segregación de la melatonina, que es la hormona responsable de que sintamos sueños.
Realizar las revisiones médicas pertinentes según la edad y la condición física.
Detectar algún tipo de problema de salud de forma prematura puede ayudarnos a minimizar los riesgos y a tratar la patología de una forma más efectiva.
Para ello, es importante realizar chequeos y revisiones integrales cada cierto tiempo para valorar el estado de salud física, psíquica y social. A través de ellas, es posible prevenir o detectar a tiempo la aparición de enfermedades desde los primeros síntomas.
De acuerdo con las estadísticas, cuando se realizan estas revisiones para verificar la salud de una persona, en casi el 90% de los pacientes se detecta alguna patología.
La frecuencia de las revisiones depende de la edad (se recomienda iniciar a partir de los 40 años), del estilo de vida y de los antecedentes familiares. Durante estos, que no deben ser aleatorios sino específicos, se incluyen como mínimo las analíticas completas, las exploraciones sistemáticas y la anamnesis.
Tener una buena higiene.
Mantener la limpieza del cuerpo, el cabello y los dientes, previene infecciones y enfermedades. Y por ello son imprescindibles para disfrutar de una buena salud.
El aseo personal no solo incluye las duchas diarias, sino también otros aspectos más concretos. Por ejemplo, disponer de utensilios propios para el aseo personal, cepillarse correctamente los dientes tras las comidas, limpiar las orejas, cortarse las uñas y mantener aseadas las cutículas y enfatizar la higiene en los pies.
Si echamos la vista atrás, además del acceso a medicamentos y a una atención sanitaria de calidad, también fue la higiene la que redujo las enfermedades y, por tanto, amplió la esperanza de vida de generaciones pasadas. Aunque hoy no nos encontremos en esta situación límite, la higiene sí que reduce el riesgo de infecciones que puedan causarnos problemas mayores.
Evitar el estrés
El estrés daña la salud física y mental a medio y largo plazo. Cuando vivimos sometidos a una presión muy alta, no solo nuestro carácter se ve afectado, al volvernos más irritables y nerviosos. También el organismo se lleva parte del daño.
Cuando el estrés se mantiene durante un período largo de tiempo se vuelve crónico. La continua descarga de adrenalina y de cortisol aumenta la frecuencia cardíaca, dilata las pupilas y los bronquios, aumenta los niveles de azúcar en la sangre y reduce la actividad del sistema inmunológico.
Las consecuencias son un cansancio excesivo, problemas digestivos, insomnio, dolor de cabeza y tensión muscular. En el largo plazo, presión arterial elevada, diabetes, insuficiencia cardíaca, bajada de defensas, eccema, depresión, ansiedad y un largo etcétera de patologías que van en detrimento de la buena salud.
Cuidar también la salud emocional
Es muy importante cuidar también la salud emocional, por lo que se deben fomentar las relaciones sociales: compartir experiencias, exteriorizar sentimientos, aceptarse a uno mismo, disfrutar de los amigos y la familia, sonreír y reír a menudo. No significa que sea necesario tener una vida social hiperactiva ni ser los reyes de la fiesta, pero nuestra vida social debe ser suficiente para estar a gusto con nuestro entorno, aunque también debemos estar abiertos a conocer nuevas personas que nos aporten experiencias y conocimientos diferentes.
Pero más allá de la vida social, para mantener una buena salud mental es fundamental aprender a gestionar las emociones y no dejar que estas se apoderen de nosotros.
Esto no significa rechazar o reprimir lo que se siente, sino dejar que fluyan al tiempo que tomamos distancia de ella. Habilidades como la resiliencia o la asertividad son fundamentales en el día a día. La primera permite afrontar las situaciones adversas a las que nos enfrentemos, mientras que la segunda nos ayuda a establecer límites con nuestro entorno para protegernos, pero siempre manteniendo una comunicación firme, clara y calmada.
Asimismo, la gestión del estrés, del perfeccionismo y de la autoexigencia es clave para no perder de vista quiénes somos ni cuáles son nuestras prioridades. Todo ello te ayudará a disfrutar de una buena salud mental.