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Reflexiones de un médico de familia
Un medico de familia es la base sanitaria, la primera línea de ataque ante la enfermedad o la de defensa para el paciente, que no sólo se enfrenta a la patología médica, sino también a la psicosocial del enfermo, viéndolo en su núcleo familiar y social.
Le conocemos por su nombre y sabemos de su vida cotidiana, la ausencia de familiares, la llegada de nuevos miembros al hogar, los viajes planeados toda una vida, jubilaciones que no llegan o trabajos que agobian. Un elemento importante en nuestra función es la continuidad en la atención médica.
El médico de familia es el punto de referencia para el paciente. Es una consulta a la que se regresa tras las visitas al especialista, tras la intervención quirúrgica (aunque sólo quede por enseñar una pequeña cicatriz). Es el regulador y organizador de todo el botiquín farmacéutico en que se convierte a veces su mesilla (colores, formas, indicaciones, dosis, pautas) y si la memoria falla, la alarma que te recuerda que necesitas visitar al ginecólogo cada año, o al urólogo, aunque la próstata ya no te moleste.
El médico de familia sale de la facultad con todas las herramientas teóricas para realizar el diagnóstico y tratamiento de numerosas enfermedades, pero necesita los conocimientos que da la rutina del buen hacer para su utilización eficaz y, también, la destreza para manejarlos con habilidad, teniendo en cuenta las posibilidades cotidianas de la visita, las demandas del propio paciente y las pruebas complementarias que realmente serán de utilidad diagnóstica, realizando un difícil equilibrio entre la eficiencia y la equidad en el gasto.
En los últimos tiempos hemos visto modificarse el papel del médico, que ha ido dejando de lado su perfil paternalista, o dictatorial en algunos casos, para asumir otro más cercano, actuando como consejero, asesor, incluso de mediador entre el paciente y su entorno, adquiriendo siempre un papel de compromiso frente al enfermo.
Estas modificaciones sociales también nos obligan a estar siempre preparados y en situación de alerta, prestando atención a los cambios culturales, de religión y creencias, conceptos morales y nivel de instrucción que pueden afectar a la salud, los cambios demográficos, como el amplio porcentaje de ancianos o la inmigración; cambios epidemiológicos, como la aparición de nuevas enfermedades, la erradicación de otras y la reaparición de algunas ya olvidadas en el tiempo, y a estos retos nos hemos de enfrentar con calidad, amplios conocimientos y herramientas útiles y eficaces.
Otras veces es quien canaliza las dependencias familiares, siendo consultado antes de tomar decisiones frente al paciente anciano, el inicio de adicciones, desequilibrios en el núcleo familiar…, haciendo valer su papel en el sistema familiar como recurso terapéutico, detectando a tiempo situaciones de riesgo.
Atención integral y continua
Se enfrenta en primera línea al manejo de las patologías crónicas, ante las cuales, las respuestas que pueden ofrecerse carecen de resultados espectaculares, por lo que la confianza en el buen hacer del médico de familia es primordial. Sin embargo, y en contraposición a ello, tenemos grandes tratamientos capaces de solucionar con gran eficacia numerosos problemas de modo rápido y espectacular.
Otro papel de reciente incorporación al médico de familia ha sido el área psicosocial del paciente. Aspectos como la depresión, la ansiedad, la adolescencia, la menopausia o la vejez son situaciones “casi fisiológicas” cuyo abordaje sólo es posible con una mirada amplia y global que sólo se consigue comprendiendo al paciente en su entorno familiar y social (nunca convertiríamos en fobia social la timidez de un joven).
Nuestra atención ha de estar orientada a la resolución de los problemas de salud de cada comunidad e individuo, y han de ser contemplados desde la perspectiva de promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación, potenciando al mismo tiempo el uso de técnicas de salud individualizadas como métodos de autoayuda simples que el paciente ha de asumir de forma fácil y cotidiana.
Es necesario tener presente que las posibilidades de prevención de muchas de las enfermedades más importantes radican en la modificación de factores de riesgo determinados por el entorno social y cultural, lo que hace necesario realizar estas campañas enfocadas a la modificación de determinados hábitos y actitudes con el fin de mejorar el cuidado de la propia salud .
Muy relacionada con la atención integral y continua, el paciente tiene la posibilidad de acceder a los siguientes servicios:
Asistencia a domicilio de forma programada para aquellos usuarios con dificultad para el acceso al centro, de forma temporal o permanente, entendiendo que la situación idónea de la persona enferma está, siempre que sea posible, en su núcleo familiar, no en el hospital, y la asistencia domiciliaria con carácter urgente, que es aquella que se realiza en un corto espacio de tiempo.
Servicio de teleconsulta médica como solución a dudas puntuales, orientación médica e información sobre el acceso a determinados servicios o consultas que no precisen una visita al consultorio.
El acceso telefónico al médico permite transmitir una seguridad especial ante una duda que no apareció en la consulta, un síntoma nuevo que irrumpe en una patología consultada o una confirmación de la dosis ante un nuevo tratamiento. Mas allá del motivo concreto de la consulta, siempre se incluye un componente importante, confirmar que su médico está allí, a pesar de sus ocupaciones, reforzando con ello el efecto placebo positivo del medico con su paciente.
Es necesario tener en cuenta que si la emergencia es de cierta magnitud la atención ha de realizarse en el domicilio del paciente o en un centro con los medios tecnológicos adecuados para su evaluación y tratamiento. En otras ocasiones, los avisos telefónicos son atendidos por médicos que trabajan en centros de atención telefónica, que orientan al paciente, responden a sus preguntas o solucionan la urgencia mandando un médico a domicilio.